¿Y por qué no? Palafitos de los Alpes, béguinages flamencos, stećci medievales, círculos megalíticos en Senegambia, petroglifos en Canadá, muros de piedra seca… y toda una larga serie de elementos culturales, históricos y patrimoniales forman parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Sin embargo, el intento de catalogar el inmenso legado de los petroglifos milenarios del noroeste peninsular de momento está resultando fallido, y no será por su importancia y abundancia de restos, ya que es comparable y muy superior en riqueza a muchos otros elementos patrimoniales del mundo. Quizás algún día consigamos que se incluyan en esta lista para poder conservarlos, que se lo merecen. Además forman parte de la cultura, no solo material, sino inmaterial de Galicia, ya que son miles las leyendas, historias y pleitos surgidos en torno a ellos durante cientos de años.
Otro de los elementos que definen el paisaje del norte y noroeste peninsular es el hórreo. El norte de Portugal, Asturias y Galicia no se conciben sin este elemento patrimonial tan característico, tan nuestro. Una familia que se lo podía permitir, un hórreo; una iglesia o un pazo, un gran hórreo. Eran muchos los que disponían de este elemento arquitectónico para la conservación de los alimentos, de tal forma que llegó a haber en Galicia más de 30.000 hórreos, es decir, ¡uno por kilómetro cuadrado!
Dejamos claro que no solo hay hórreos en Galicia, sino que existen muchos otros y de las más variadas formas y características en diversas partes del mundo, pero nosotros nos centraremos en Galicia ya que además, más de la mitad de los hórreos del mundo podrían estar aquí.
El hórreo en la actualidad es algo más que un contenedor de alimentos, es un elemento diferenciador de nuestro paisaje, hasta tal punto que se ha convertido en insignia cultural, no solo de Galicia, sino también de las zonas limítrofes y del norte.
Lo que está claro es que había un elemento externo que provocó el ingenio de los habitantes y propició la construcción de los hórreos, y no era otro que el clima único tan propio de esta zona del continente. Así cada zona, con los materiales y necesidades propias, se las ideó para la construcción de los más diferentes tipos de hórreos. De madera, de granito, de pizarra, mixtos, con teja, de piorno… pero casi todos con unas características comunes que los hace únicos: la existencia de pies u otros sistemas que mantenían el contenedor separado del suelo. Esto, sumado a sus sistemas de aireación, mantenían el alimento lejos de la humedad y en gran medida fuera del alcance de los roedores y alimañas.
No se sabe ciertamente su origen y son muchas las especulaciones de su implantación en Galicia y en otras partes de la Península. Qué si de los pueblos galaicos, de los romanos, los suevos… a saber, de momento esperaremos a alguna prueba que lo demuestre.
Lo que sí tenemos claro es que hubo un momento que provocó la construcción de miles de hórreos en Galicia y no por moda, sino por necesidad a cubrir una nueva demanda. Y no fue otra que la implantación del nuevo cultivo que revolucionaría Galicia y su demografía, el maíz llegado de América, un cultivo que aquí incluso se daba mejor que en su origen y del que a veces hasta era posible recoger dos cosechas anuales. Su facilidad de cultivo, gracias a nuestra tierra y clima, proporcionaron alimento abundante a una población hambrienta.
También la patata y otros nuevos productos llegados de América contribuyeron a su aparición en masa y a desplazar la castaña como uno de nuestros super alimentos. Después del supuesto «descubrimiento de América» y entre que el cultivo se empezó a conocer y a generalizarse, aún pasaron décadas para alcanzar su esplendor entre los siglos XVII y XIX, continuando su cultivo hasta nuestros días.
¿Qué más se necesita para estar en la lista de Patrimonio de la Humanidad? Un elemento propio tan abundante de un área geográfica definida y que forma parte de la subsistencia de un pueblo merece un respeto y un reconocimiento, e incluirse en esta lista sería una gran forma de agradecérselo a quienes los construyeron y nos dejaron este fantástico legado que son los hórreos.
Esto es lo que buscan inicialmente siete colectivos y asociaciones patrimoniales de Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, León y Portugal, quienes mantuvieron recientemente un encuentro telemático en relación a este bien patrimonial para su respeto institucional, futura conservación y puesta en valor. Además en este primer Encuentro sobre Hórreos de la Península Ibérica convocado por la Asociación de Amigos del Hórreo Asturiano, se ha mantenido contacto con diversas asociaciones patrimoniales y otras instituciones de países como Japón, Rumanía o Suiza. Uno de los objetivos de este encuentro es intentar que los hórreos sean incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Carlos Henrique Fernández Coto, presidente de la Asociación para la defensa del Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal) y una de las implicadas en el encuentro, destacó que trabajarán para que el hórreo ocupe el lugar y la importancia que le corresponde y que para ello mantendrá entrevistas con las universidades y las instituciones correspondientes de la Xunta de Galicia para invitarles a participar y acercarles información sobre los proyectos futuros en defensa y protección de los hórreos.
Desde luego a Galicia le sobran elementos para incluir en estas listas de conservación patrimonial. Cruceiros, petos, molinos y otros también podrían formar parte de esta lista. Pero eso ya es otra lucha. Ojalá poco a poco se vayan consiguiendo medidas de protección y sobre todo respeto para todos estos elementos.
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