Este fin de semana hemos recorrido una pequeña parte de la cormarca de A Limia y hemos vistos las vastas e infinitas llanuras dedicadas en su mayor parte a la agricultura que ocuparon el lugar de la desecada y desaparecida Lagoa de Antela, el que era uno de los mayores lagos de agua dulce de Europa. Pero A Limia no son todo llanuras sino que en sus estribaciones se levantan macizos rocosos y sierras llenas de tesoros naturales y patrimoniales.
Nosotros hemos ido a conocer el concello de Porqueira, concretamente al lugar de A Forxa, en la parroquia de Santa María de Porqueira y además capital del concello. De este sitio saldrán nuestros nuevos lugares de la página.
Nuestra primera parada es en el propio barrio de A Forxa, en donde existe un conjunto de 10 hórreos de características propias de esta comarca, madera coloreada y bases de piedra.
Además de estos hórreos os aconsejamos daros un paseíto por sus tranquilas calles y observar la fantástica arquitectura tradicional de esta comarca, aunque por desgracia parte de ella abandonada.
Antes de seguir realizamos una parada en un área recreativa que forma el río Fírbeda en este lugar y quedamos sorprendidos por el fantástico puente centenario que lo cruza y que formaba parte del antiguo camino que llegaba hasta la iglesia parroquial de Santa María.
Desde aquí podremos ver ya nuestro siguiente objetivo, la Torre da Forxa, en el barrio de A Torre.
Llegamos hasta ella y comprobamos que los accesos han sido mejorados notablemente pero por desgracia la esbelta torre del siglo XII que vigilaba la desecada Lagoa de Antela no parece tener mucho mantenimiento.
Ascendemos hacia el valle y nos detenemos a ver un centenario y gigantescto castaño, el cual parece que su grueso tronco central no ha aguantado más, pero sin embargo alrededor y sobre sus raíces han crecido numerosas ramas que hoy hoy en día ya son verdaderos árboles. Un conjunto natural excepcional.
Y para rematar nos vamos al estrecho y profundo valle que forma el río Fírbeda y nos acercamos hasta los rápidos y fervenzas que forma en este corto espacio en donde el río desciende cien metros en apenas dos kilómetros.
También tuvimos la oportunidad de recorrer los viejos molinos ya abandonados y en ruina en donde veremos las vigas que formaba el «tremiñado» y que medio podridas, aún mantienen a duras penas las pesadas moas de piedra.
Pues ya veis, en un recorrido de apenas dos kilómetros todo lo que hemos visto y seguramente más que nos hemos perdido.
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