8 septiembre, 2024

Blog de Galicia Máxica

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Couto MIxto

La increíble historia del Couto Mixto

La Galicia medieval está plagada de leyendas e historias para no dormir. Nuestras tierras son pasto para las mentes más creativas, que a lo largo de los años han ido tejiendo toda una red de relatos que hoy en día ostentan el título de Historia con mayúscula.

Entre todas esas narraciones populares, sobre las que se asientan nuestras raíces más meigas, también podemos encontrar historias verídicas que sucedidas varios siglos atrás en el tiempo nos sitúan a nosotros, los gallegos, como verdaderos pioneros.

Foto: Wikimedia // Dominio Público

Durante el Medievo, había un gran número de obligaciones que cumplir a las que los ciudadanos no se podían negar aunque éstas modificasen el devenir de su vida. A día de hoy estos preceptos nos parecen descabellados, acostumbrados como estamos a tener todo tipo de facilidades.

Podemos viajar por Europa sin más documento que el DNI, hacer la compra desde el sofá de casa, enviar dinero a la otra punta del mundo con tan solo un clic o disfrutar de nuestros hobbies preferidos de manera online y sin tener que pagar un solo euro. Hubo un tiempo, sin embargo, en el que estaba prohibido hasta comerciar de forma libre.

Pero del mismo modo que está escrita la ley, también lo está la trampa y en la Galicia del siglo XII esta trampa tenía nombre y apellidos: Couto Mixto

Foto: Wikimedia // Fabio Mendes // CC BY-SA 3.0

Ubicadas en una zona montañosa, entre las sierras de Larouco Pena y los picos de O Cebreiro, existían en la Edad Media tres localidades que configuraban en sí mismas un estado independiente. Santiago, Meaus y Rubiás funcionaron desde principios del siglo XII y hasta 1864 como una república federal a pesar de estar situados en el sur de la actual provincia de Ourense.

La cercanía de estas tierras con la frontera de Portugal, en aquel momento todavía no delimitada, provocó que muchos de los ciudadanos que habitaban aquellas tierras no tuvieran una nacionalidad clara por lo que decidieron crear su propia organización territorial a la que bautizaron como Couto Mixto.

La superficie del Couto Mixto rondaba los 26 kilómetros cuadrados y albergaba a un millar de ciudadanos que vivían en una especie de limbo legal puesto que no debían responder ni ante la Corona Española ni ante la Corona Portuguesa. Eso sí, los habitantes de este lugar, autodenominados como “mixtos”, se presentaban como españoles o portugueses en función a sus propios intereses. La picardía gallega viene de lejos…

Curiosamente, y aunque de manera oficial el Couto mixto no era ni español ni portugués, éste pagaba anualmente impuestos a las autoridades españolas y portuguesas así como a la Casa de Braganza, ya que estaba considerada como la legítima propietaria de las tierras en las que se asentaba esta temprana república. Esta tributación económica es lo único que unía al territorio del Couto Mixto con España y Portugal ya que sus habitantes no participaban en ningún asunto de carácter político que tuviera relación con ambos países.

Por el contrario, su sistema de organización territorial era totalmente propio e independiente de ambas coronas, y a la vista de los más de 700 años que estuvo vigente, parece que fue bastante efectivo.

Cada tres inviernos, los habitantes de Meaus, Rubiás y Santiago escogían de manera democrática a un hombre para desempeñar el papel de juez, entendido éste como el máximo responsable del Couto Mixto a nivel administrativo, legislativo y judicial. Junto a él también se escogían a tres hombres, uno por cada pueblo, para ocupar el puesto de “homes de acordo”.

Cada uno de estos hombres estaba en posesión de una llave que se correspondía con cada de unas las tres cerraduras del arca donde se guardaban todos los documentos oficiales del Couto. A mayores, los mixtos también escogían a el “vigairo do mes”, encargado en este caso de ejecutar todas las órdenes que el juez y los tres “homes de acordo” hubiesen decidido llevar a cabo.

Foto: Wikimedia // CC BY 2.0 // Pie de foto: Estatua que homenajea a Delfim Modesto Brandão, penúltimo juez del Couto Mixto.

El centro de operaciones de este particular gobierno era la localidad de Santiago. Era allí, en la iglesia, donde se guardaba el arca y donde se llevaban a cabo las reuniones de carácter político. Además, y por funcionar a modo de capital de Couto, en Santiago también se ubicaba la única farmacia y el único banco que existían para los habitantes de todo el territorio.

Además de tener un autogobierno democrático, los mixtos también disfrutaban de una serie de privilegios que les valieron la envidia de un gran número de portugueses y españoles. En primer lugar podían escoger su propia nacionalidad, incluso mantener las dos en caso de quererlo; no estaban obligados a aportar a ningún hombre al servicio militar; podían acoger a fugados de la justicia tanto españoles como portugueses sin que las autoridades de ambos países (debemos tener en cuenta que España no existió tal y como la conocemos hasta 300 años después de la creación del Couto) pudiesen hacer nada para evitarlo salvo en casos de homicidio y de delitos graves; estaban exentos de pagar determinados impuestos y tasas; podían cultivar todo tipo productos y no podían ser detenidos dentro del territorio mixto ni a 5 kilómetros de distancia.

Además, también podían practicar el libre comercio, actividad que realizaban a través del conocido como Camiño Privilexiado que llegaba hasta la localidad portuguesa de Tourém. Este curioso itinerario pasaba por tierras españolas pero nada podían hacer las autoridades contra sus usuarios. Así fue como se popularizó el contrabando en la zona, siendo los productos más cotizados la sal o el tabaco.

Foto: Wikimedia // CorreiaPM // Dominio Público

Los “mixtos” pudieron beneficiarse de estos privilegios y de una forma de autogobierno pionera hasta 1864. En esta fecha, y tras varios encontronazos entre España y Portugal, ambos países firmaron el Tratado de Lisboa, documento en el que se fijaron definitivamente las fronteras de ambos territorios y por el cual las localidades que conformaban el Couto Mixto pasaron a ser de titularidad española. Este es el motivo por el que en la actualidad Meaus pertenece al municipio ourensano de Baltar, y Santiago y Rubiás al de Calvos de Randín.

Por su parte, Portugal se quedó con la soberanía de los conocidos como Pueblos Promiscuos, formados por las localidades de Lamadarcos, Cambedo y Soutelinho y que presentaban una situación similar a la del Couto Mixto.

A pesar de que este curioso territorio desapareció hace más de 150 años, los habitantes de Rubiás, Meaus y Santiago se siguen sintiendo mixtos de corazón. Es por ello por lo que cada mes de julio los vecinos de estas tres localidades, antaño libres y hoy ourensanas, se reúnen en Santiago para realizar una ofrenda a la estatua que homenajea al penúltimo juez del Couto y nombran a tres hombres para que cumplan con el papel de los tres “homes de acordo”.

Todos ellos son ataviados con capas negras y portan cada una de las tres llaves que abrirá el arca para guardar los documentos de la celebración en su interior. Un evento que trata de poner en valor la historia de más de siete siglos del Couto Mixto.