La pesca tradicional en Galicia es mucho más que un oficio, es un arte tejido con redes, con nudos y con memoria. Cada lazada, cada atadura, guarda siglos de sabiduría popular, transmitida de manos callosas a corazones jóvenes.
La pesca tradicional
Ojalá en las escuelas se enseñara el arte de hacer nudos, para acercar a los niños a la fuerza y al coraje de quienes viven del mar.
Todos debemos acercarnos a nuestras raíces para comprender el verdadero valor de las cosas esenciales. Debemos recordar que la comida no nace en las mesas ni aparece mágicamente en los supermercados. Detrás de cada alimento que llega a nuestras manos existe una historia larga, intensa y llena de sabiduría: la historia de la tierra y del trabajo incansable de quienes la cultivan.
Es fundamental que valoremos que un alimento es mucho más que un simple producto: es el fruto de un esfuerzo paciente, de una conexión profunda con la naturaleza. Cada fruto, cada espiga de trigo, cada cesta de verduras, representa horas de dedicación, de espera, de fe en los ritmos de la vida. No hay tecnología capaz de reemplazar del todo el alma, la pasión y el sudor de quienes aman la tierra y la trabajan día tras día.
Acercarnos a nuestras raíces es abrir los ojos al verdadero milagro que significa cada alimento. Es reconocer que sembrar una semilla es un acto de amor y de esperanza; que la lluvia, el sol, el canto de los pájaros y el zumbido de las abejas son parte del milagro que hace posible la vida.
También es aprender a valorar los oficios de esfuerzo y de entrega silenciosa, esos trabajos llenos de dignidad que muchas veces pasan desapercibidos. Mirar las manos curtidas de los agricultores, de los ganaderos, de los pescadores, como símbolos de sabiduría y de compromiso con la vida.
Al comprender el origen de lo que comemos, cultivamos en nosotros mismos el respeto, la gratitud y la conciencia. Entendemos que todo lo que disfrutamos comienza en la tierra, en la paciencia de quienes la cuidan, en la humildad de quienes siguen el pulso de la naturaleza.
Valorar el alimento es valorar también a quienes lo hacen posible. Y en ese reconocimiento profundo, sembramos un futuro más consciente, más humano y más agradecido.
Herencia viva
La pesca en Galicia es herencia viva, redes cosidas a mano, nudos que amarran no solo barcos, sino también sueños y generaciones enteras.
Refrán
Decían los viejos marineros: «Un bo nó vale máis ca un bo vento» (Un buen nudo vale más que un buen viento). Y qué verdad tan grande: porque en el mar, como en la vida, lo que te ata bien te sostiene.
Ojalá en la escuela enseñaran el arte de hacer nudos y con ello, el respeto por el duro y noble trabajo del mar.
Galicia marinera
Galicia mira al mar como quien mira a su madre con respeto, con gratitud y también con un profundo sentido de pertenencia. Desde tiempos inmemoriales, la pesca tradicional ha tejido no solo redes, sino también historias, vidas y culturas enteras.
Las redes, hechas a mano con paciencia infinita, eran el alma de la faena. Cada nudo, cada lazada, cada remiendo hablaba de la experiencia de quienes vivían a merced de las mareas. Los pescadores no solo aprendían a navegar o a reconocer los vientos. Aprendían sobre todo el arte milenario de anudar, de construir con sus manos la herramienta que les daría sustento.
Porque en el mundo marinero, un buen nudo puede ser la diferencia entre el éxito y el naufragio. Saber hacerlos, reconocerlos, confiar en ellos, era y sigue siendo un patrimonio cultural transmitido de generación en generación, como un saber secreto que no se enseña en los libros, sino en las jornadas interminables junto al mar, en las tardes de invierno cosiendo redes, en las conversaciones pausadas en los puertos.
Cada nudo, además, lleva un nombre, una función y una historia. Son verdaderos lazos con el pasado, con un modo de vida que exige fuerza, paciencia y humildad ante la inmensidad del océano.
Ojalá en las escuelas se enseñara el arte de hacer nudos: no solo como una habilidad práctica, sino como una forma de acercar a las nuevas generaciones al duro, digno y valiente trabajo del mar.
Una de las actividades más antiguas
La pesca es una de las actividades humanas más antiguas, tan antigua como la necesidad de alimentarse. De hecho, los primeros indicios de pesca se remontan a hace unos 40.000 años, en el Paleolítico Superior. Se han encontrado anzuelos rudimentarios hechos de hueso en excavaciones de esa época, por ejemplo en Timor Oriental (Asia).
Identidad
La pesca es uno de los pilares fundamentales de la identidad gallega. Desde tiempos ancestrales, las aguas del Atlántico han ofrecido sustento, trabajo y cultura a las comunidades costeras, modelando su forma de vida y su paisaje. La riqueza pesquera de Galicia no solo ha alimentado a su gente, sino que también ha impulsado su economía, ha inspirado su gastronomía y ha tejido lazos profundos entre el mar y la tierra.
Cada puerto, cada villa marinera, guarda en sus calles y tradiciones la huella de la pesca. Un buen ejemplo de ello es la localidad de Redes, en la comarca de Ares. Lo que no es difícil de imaginar es de dónde proviene el nombre de esta encantadora aldea.
En la arena de la playa de Redes, y por delante de las fachadas pegadas al mar, aún pueden verse altos postes de madera unidos por una pieza transversal. Son las llamadas «cabrias». Estas sencillas y simples construcciones, además de embellecer el entorno, tienen un profundo significado: en ellas se colgaban las redes de pesca para su secado, una imagen cotidiana que explica el propio nombre del pueblo.
Así, lugares como Redes nos recuerdan que en Galicia el mar no es solo un horizonte: es raíz, es hogar, es memoria viva. Y que la pesca, más que una actividad económica, es una forma de ser y de sentir que sigue latiendo en cada puerto, en cada ola, en cada red tendida al sol.
En cuanto a referencias documentadas
La pesca es uno de los oficios más antiguos de la humanidad, con orígenes que se remontan a hace 40.000 años. Los primeros indicios se encuentran en el Paleolítico Superior, con anzuelos de hueso utilizados por nuestros ancestros para alimentarse y sobrevivir.
Las civilizaciones antiguas ya dejaron constancia escrita
Egipto
En Egipto, hace más de 4.000 años, en las tumbas de los faraones, hay pinturas que muestran escenas de pesca en el Nilo, usando redes, arpones y líneas de anzuelo. Los egipcios no solo pescaban para comer: también para rituales religiosos.
Mesopotamia
En la Antigua Mesopotamia (la cuna de la civilización, entre los ríos Tigris y Éufrates), ya en tablillas de arcilla de hace unos 5.000 años, aparecen textos que mencionan la pesca como parte de la vida cotidiana y de la economía.
Biblia
En la Biblia, en el Antiguo Testamento, hay también referencias muy tempranas a la pesca en lagos y mares como parte del sustento básico de los pueblos.
Galicia
Y en Galicia, que es lo que más nos interesa aquí, ya los galaicos (hace unos 2.500 años) practicaban la pesca costera, usando barcas ligeras de madera (posiblemente de tipo «currach») y redes tejidas a mano. La pesca de mariscos y el marisqueo eran también esenciales en su dieta, como lo siguen siendo hoy.
Los romanos cuando llegaron a Galicia quedaron impresionados por la destreza de los habitantes en la pesca y en la conservación del pescado, sobre todo mediante el salazón ¡De hecho, el famoso «garum» (una salsa de pescado fermentado que adoraban los romanos) también se producía aquí!
La tradición pesquera gallega sigue viva, con la misma destreza y respeto por el mar que mostraron nuestros antepasados.
¡El mar siempre ha sido nuestra gran fuente de vida y alimento!
Obradoiros de redes en A Guarda bajo la mirada de Eugenio Corcoba
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