Se dice que el 10 de abril de 1872, en Nebraska (EE.UU.), se celebró la primera fiesta del árbol. A partir de ahí, la fiesta se popularizó por diferentes partes del mundo, alcanzado su esplendor en Galicia y España en las primeras décadas del siglo XX.
En Galicia existía una villa que llevaba siglos de ventaja en relación a esta festividad. Corría el año 1569 y en Mondoñedo decidieron realizar una curiosa celebración y no fue otra que la llamada fiesta del árbol, convirtiéndose en la primera de España y probablemente de Europa. En esta fiesta, los vecinos estaban obligados a acudir al campo de los Remedios y plantar tres árboles frutales bajo penas de grandes multas si no lo hacían. Como consecuencia de la plantación se celebraba una romería en la que participaban todos los vecinos y el acto se convirtió en una fiesta.
En el mismo Mondoñedo aparecen ordenanzas, incluso anteriormente a esta fecha, en donde se instaba a respetar a los castaños y a los carballos. Si cortabas de más algún roble deberías pagar 600 maravedíes. Desconocemos cuánto duró la celebración, pero teniendo en cuenta la depredación forestal por la gran demanda de madera para construcciones y barcos en aquellos tiempos, seguramente no llegó a buen puerto.
En España encontramos en la actualidad una celebración que aún sigue vigente y que ha sido declarada Bien de Interés Cultural con carácter inmaterial. Se trata de la Fiesta del Árbol de Villanueva de la Sierra (Cáceres) que desde el año 1805 sigue manteniendo esta tradición y este año 2021 cumplió la edición 217.
En 1872 se celebra oficialmente la primera fiesta del árbol en Nebraska. En España llegó a ser la principal celebración laica de las dos primeras décadas del siglo XX impulsada por el Regeneracionismo que inculcaba el amor a la naturaleza y los bosques.
Hoy sería extraño, pero la idea se hizo posible por el apoyo de los políticos y la Corona, lo que propició la organización de la primera fiesta del árbol en el país en el año 1896. Estos impulsaron la fiesta gracias a subvenciones y a la recomendación de que los alcaldes, médicos, párrocos y maestros destacados participaran en las juntas locales.
Desde los viveros públicos existentes en el siglo pasado se entregaban cientos de miles de plantas a colegios y organizaciones para su posterior plantación el día de la fiesta. Incluso en 1914 se obligó a los empleados del servicio forestal a celebrar la fiesta en donde residiesen y en 1915, por decreto, la obligación se extendió a todos los municipios. En esta fiesta participaban adultos y escolares y como no, el acto más destacado era la plantación de centenares de árboles en terrenos baldíos. No era un acto simbólico, era un acto de verdadera reforestación y amor a la naturaleza en donde miles de personas se reunían para celebrarlo.
Esta celebración fue perdiendo peso poco a poco, pero incluso sobrevivió a las dictadura de Primo de Rivera y la franquista. Sin embargo, aquel carácter laico que había mantenido desde un principio, fue cambiando y pasó a ser una celebración con tintes patrióticos y religiosos.
Algunas de estas fiestas se siguieron celebrando hasta principios de la década de los 80, como el caso de A Coruña, pero por desgracia esta costumbre que reunía a miles de personas se perdió y en la actualidad solamente queda algún acto residual y más bien de carácter simbólico
Foto portada: Año 1913, A Coruña.
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