Durante años compartes tu día a día con desconocidos, abres el corazón para hacerles participes de tu vida, te muestras tal y como eres porque si algo tengo claro es que una tecla dice mucho cuando se siente al pulsar y te das cuenta que en este viaje recoges mucho más de lo que das, en un precioso juego de compartir en el que tu disfraz, es el mejor hashtag #Diadeladesvirtualización 

Siento que este compartir adorna mi vida de comentarios, de amigos que aunque virtuales ya forman parte de mi familia que se preocupan cuando no estoy, que celebran mis días felices y con los que conversas sin conocer personalmente pero notas que no hace faltan las presentaciones, etiquetas y ya están a tu lado.

La pantalla me regala sus cachitos de tiempo envueltos en el «porque me interesa» que tanto me gusta y me muestran como es su mundo, tan cercano y familiar, con la complicidad que encuentras en las distancias cortas. Y viajas a su casa y sientes ese calorcito de su rincón preferido y sin moverte de la silla, te invitan a participar de sus pasos.

Me he dado cuenta que aunque me cueste el mostrarme más allá de la pantalla, cada vez me es un poco más sencillo y la razón es que cada vez me siento más cómoda, confiada, reconozco que he tenido mucha suerte porque he coincidido con gente tan cercana, transparente, real y me refiero con real no a realista que también lo son, sino a personas que te muestran su yo sin tapujos y sin medir lo que hablan por el «igual no te gusta» y esto me ha facilitado muchísimo el camino. Durante este tiempo he tenido un enemigo acompañándome a diario, sí lo he tenido, con nombre propio y controlando mis pasos «mi timidez» que lejos de abrir puertas, las cierra y noto que ese lastre se va soltando poco a poco y hace que me sienta cada día mucho más ligera.